UCRANIA
La salida de Moldavia fue rápida
y la entrada en Ucrania también, pero a punto estuvimos de atascarnos. Al
llegar al puesto fronterizo nos viene un joven con uniforme de soldado y nos
dice por señas y en inglés rudimentario que no podíamos pasar:
-Es demasiado tarde, tienen que
dar la vuelta y cruzar por otro puesto fronterizo.
Ale y yo nos miramos perplejos,
no eran ni las cinco de la tarde. Esto suena a policía corrupto. Decidimos
hacernos los tontos.
-Vale, pero ¿podemos quedarnos a
dormir aquí?. Tenemos furgoneta-caravana.
-Ningún problema. Aparcad ahí.
Nos damos cuenta de que siguen
pasando coches .
-¿Y ese coche por qué pasa?
El soldadito y su amigo se
ríen. Nosotros empezamos a poner la
furgo en posición de acampada. Rodeada de camiones. En ese momento los
aduaneros nos dicen que podemos pasar.
-Sigan, sigan.
Era un claro intento de soborno.
Querían dinero o algún regalo, una botellita de vodka es muy apreciada por
estos mangantes. Esta frontera tiene fama de mala por eso.
Hicimos trámites en una media
hora. Seguimos por la carretera y al rato nos encontramos con otro puesto
fronterizo. No entendíamos nada. Nos entregan un papelito y nos dicen que
sigamos. A los tres kilómetros, otra barrera, nos recogen el papelito y nos
dicen buen viaje. Resulta que la carretera atraviesa de nuevo una franja de
territorio moldavo. Nosotros pasamos directos, pero había largas colas de
coches y camiones. ¡Puñeteras fronteras!
CARCTERES CIRÍLICOS
ODESSA
Ciudad mítica no recuerdo
bien por qué. Posiblemente por la rebelión de la tropa en el acorazado Potemkin en los comienzos de la revolución rusa. Momento que inmortalizó Eisenstein en
su película “El acorazado Potemkin” con la famosa escena de la madre con el
hijo en el cochecito de bebé en las escaleras que dan al puerto.
Sufrimos mucho porque la orientación en esta urbe era imposible. Carteles
de calles inexistentes, los pocos que había eran sólo en cirílico, GPS sin
cartografía precisa y unas neuronas nuestras que no estaban para hacer de
brújula. Estuvimos dos días allí y salimos sin saber manejarnos en Odessa. Yo
creo que había algo mágico-maligno porque normalmente no nos orientamos mal,
pero en este caso no fue así. Después de dar muchos tumbos conseguimos un hotel
estupendo. No nos dejaron estar una noche más y por eso caímos en el peor
albergue de todo el viaje. Un nido de alternativos guarros. Cuando llegamos las
“camas” estaban sin hacer y el suelo sin barrer. Salimos diciendo que por favor
limpiaran pero al regresar después de la cena todo seguía igual. Un desastre.
Al menos nos dieron sábanas que estaban limpias.
Fuimos a la ópera a ver “El
Príncipe Igor”. Nos esperábamos un rollazo ruso lacrimógeno, lento y aburrido,
sin embargo la obra estuvo bien, con decorados muy variados, acción y música
llevadera. Aguantamos hasta la mitad.
Las escaleras del acorazado Potemkin |
La Ópera al fondo |
Estatua de Catalina la Grande |
La ópera |
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