Alegría tenía muchas ganas de
visitar este pequeño país porque era el que aparecía en los cuentos de Tintín.
Luego se enteró de que no era Moldavia, sino otro. En realidad estábamos
obligados a atravesarlo si no queríamos dar un gran rodeo para llegar a la
península de Crimea desde Bucarest. No nos habían hablado bien de las fronteras
pero sí de sus gentes. En nuestra experiencia pudimos apreciar que las primeras
no eran tan malas como contaban viajeros y libros-guía y los segundos,
efectivamente, eran agradables aunque no tuvimos mucho roce debido a la
brevedad de la visita, 24 horas.
El paisaje era muy verde, con
suaves colinas en el Oeste y muchas llanuras cultivadas por el Este. Grandes
extensiones de bosque, carreteras más que aceptables, pueblecitos bonitos y
aparentemente bien cuidados y mucha vida agraria es lo que pudimos ver. Recién
llegados de Rumanía hicimos noche en un bosque. Acampada salvaje memorable con
mucha lluvia por la noche que no perturbó el sueño de Sofía que dormía en la
tienda de campaña.
Por la mañana llegamos a la capital Chissinau. Aquí sí que
las calzadas estaban mal, la ciudad parecía africana, con aceras deshechas,
asfalto roto y casas desvencijadas. Justo coincidimos con el día de la
Independencia, fiesta nacional. En la avenida principal los grupos regionales
cantaban y bailaban frente a un imponente edificio oficial que recordaba los
tiempos del socialismo.
Acampada libre en Moldavia |
Festejos por el día de la independencia |
Por la tarde tiramos hacia la
frontera con Ucrania sin darnos cuenta de que habíamos elegido una ruta que
atravesaba una república independiente dentro de Moldavia que suponía un paso
fronterizo adicional de los malos, con aduaneros corruptos. Nos lo dijo la
aduanera de Moldavia: “Mejor daros la vuelta, recorred 20 Km hacia atrás y
tomad otra carretera que os lleva a Ucrania rodeando Transnistria”. Este es el
nombre de la república separatista en cuestión. República no reconocida
internacionalmente.
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