Entramos en Alemania por la tarde
y decidimos parar en una de las primeras ciudades que encontramos, visitarla,
cenar y volver a la autopista a dormir en un área de descanso. Llovía a mares
cuando acampamos, mejor dicho aparcamos junto a los camiones. El ruido de los
vehículos pasando por la “autobahn” no impidió que durmiéramos a todo trapo.
Esta vez nos metimos los tres en la furgo. Confort a tope. Nos vimos una serie
que teníamos grabada, pusimos la calefacción estática (sistema auxiliar que
funciona independientemente del motor) y con calorcito, a la cama. Lujo
asiático. Hicimos otra “acampada” de este tipo al día siguiente, también sin
contratiempos. En Alemania está permitido pasar la noche en estos lugares.
Nadie, ni la policía, te dice nada, un placer. Además muchos de estos sitios
cuentan con WC, lavabo y algunos hasta con ducha.
El segundo día fuimos a una
ciudad muy recomendada por nuestro hijo Javi. Rothenburg. Él la había visitado
en su viaje de fin de curso del año pasado y le había gustado. Ciudad medieval con edificios conservados o
rehabilitados al detalle, con castillo y muralla espectaculares. Es una ciudad,
yo diría pueblo, no muy grande. Mucho turismo. Demasiado.
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Rothenburg |
Para que os orientéis, estamos al
sur de Alemania, como a unos cien Kms de Munich.
Quiero comentaros el placer que
es viajar por este país usando carreteras secundarias. Es otra película, parece
otro país. Normalmente cuando se viene aquí en coche se tiende a circular por
las espléndidas autopistas germanas. Sin embargo al salirte de ellas ves mejor
los paisajes, atraviesas pueblos, ves granjas, ganado y gente de campo. Además
no hay excesivo tráfico con lo que la conducción es placentera. Eso sí, la
velocidad media baja considerablemente. Esto sólo se puede hacer si se dispone
de tiempo. (“Qué hippies somos”). Gracias a esto pudimos cruzar, por sorpresa,
el rio Rin en un transbordador. Fantástica experiencia. Inmenso río.
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Transbordador sobre el Rin |
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"Big foot" |
En un momento dado decidimos
buscar un lugar para almorzar. Tomamos un camino que se adentra en un bosque,
es una pista estrecha por la que sólo cabe un coche. “Esperemos que no venga
nadie. Esta zona es muy remota y apenas hay tráfico” Dijo Alegría. Desplegamos
la comida, vasos, platos, cubiertos,… y en ese momento ¿qué es lo que aparece
por el caminito? No una bici ni una moto ni un coche. Aparece un bulldozer inmenso
más una camioneta con una cuadrilla que venía a hacer labores de limpieza en el
bosque. Tuvimos que movernos hasta el
inicio del camino, junto a la carretera. Creíamos que ya estábamos tranquilos,
pero a los pocos minutos volvía la máquina mastodóntica queriéndose meter precisamente
por otro camino que nosotros estábamos cerrando. Menos mal que el conductor era
un manitas y con un par de maniobras metió la máquina en la espesura de nuevo. Ley de Murphy.
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