El recorrido de Sofia a Estambul transcurrió sin grandes
incidentes. La furgoneta, impresionante. Funcionando a la perfección. A quien
le guste el mundo del motor, la conducción, la carretera y la mecánica, han de
saber que es un verdadero placer llevar un vehículo por estas carreteras
sintiendo el sonido suave del motor, con las agujas del cuadro en la zona
verde, sin consumo de aceite ni agua y escuchando buena música. Simplemente
delicioso. Perdonad este canto al mundo del automóvil, pero es que yo lo
disfruto mucho, tanto como sufro cuando algo del coche se rompe.
Pasar la frontera de Bulgaria a Turquía nos tenía
preocupados. Temíamos encontrarnos con el primer escollo fronterizo de estilo
africano, pero no fue así. Los turcos, además de tener un puesto fronterizo
moderno, con ordenadores y bien
dimensionado para acoger a la riada de emigrantes que retornan por vacaciones,
resultaron ser muy amables. Nos presentamos en inmigración sin haber comprado
las visas previamente. No problema “vaya usted allí y cómprela, la cola de
coches que viene detrás puede esperar”. Al pasar por aduanas nos faltaba el
seguro, que también debíamos haber comprado previamente. “No pasa nada” nos
dijo el aduanero. "Compren el seguro allí y después vuelvan aquí. La cola de
coches que viene detrás puede esperar”. Enhorabuena a Turquía por su
organización y eficiencia. Por si alguno de vosotros no conoce este país, que
sepa que es una de las economías emergentes, con buen nivel de vida e
infraestructuras de primer nivel. Nada que ver con la Turquía de hace 20 o 30
años.
Ayer nos dimos una vuelta por la plaza Taksim a ver los
altercados y lo único que vimos fue gente de todas las edades paseando. Eso sí,
mucha Policía apostada en un lateral. El almuerzo, en la estación de tren donde
llegaba el Orient Expres . El restaurante era una sala que recordaba tiempos
pasados de leyenda. El Maître, un señor mayor con mucho oficio que parecía
salido de la novela de Ágata Christie.
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