jueves, 25 de julio de 2013

DE GEORGIA A ARMENIA

Desde Tbilisi nos fuimos hacia el Este a hacer la ruta de los vinos. Gran parte de la región se dedica al cultivo de viñedos y hay bastantes bodegas. A nosotros no nos interesaba el vino sino un parque nacional que hay cerca: el Parque Lagodekhi, en el Cáucaso, con el oso pardo como estrella. Luego veríamos que lo de ver osos pardos es una quimera, porque están muy arriba en las montañas, en zonas inaccesibles; pero además ahora en verano, con la llegada de los turistas y domingueros locales –que son muchos- los animales se alejan aún más.
Acampamos en el propio parque e hicimos una excursión de un día hasta una cascada. Nos juntamos con una pareja, él suizo, ella francesa, y caminamos juntos. La ruta consistía en seguir el curso de un río que había que cruzar varias veces por unos puentes hechos con dos troncos de árbol y una barandilla. Todo artesanal. La verdad es que daba miedo caerse, sobre todo porque estaba resbaladizo. La cascada era fantástica, calculo que al menos 50 metros de caída. Nos comimos unos bocadillos junto al río seguidos de siestecita sentados-tumbados en unas piedras que nos dejaron la columna vertebral deformada para el resto de nuestras vidas. Nuestros amigos Camille y Dominik nos invitaron a cenar en la casa de huéspedes donde se alojaban. Habían comentado que la comida allí era muy buena, que la hacía la señora de la casa. Platos típicos de Georgia. La base, siempre carne, pero además pusieron ensaladas de judías verdes, de berenjena, arroz, y unos rollitos con un relleno de carne, excelentes. Todo ello regado con el vino que se elaboraba en la casa a base de las uvas de las parras que tenían en el patio. Buena cena, conversación amena. Un placer haber coincidido con ellos.
Luisito en la cascada

Agua fría fria

Cruzando el río

Camille, Dominik y nosotros

Moto rusa de los años 50
Al día siguiente nos fuimos al norte de Tbilisi, a recorrer una carretera militar que une este país con Rusia. Para llegar hasta ella tuvimos que recorrer unos 50 kilómetros de pista (carretera no asfaltada) No estuvo mal.
Carretera no asfaltada
Pudimos comprobar que la furgoneta funciona muy bien por este tipo de caminos aunque tuvimos un incidente mecánico. La protección que puse debajo del depósito de gasoil se había soltado. Al parecer una piedra del camino había impactado en la protección. En diez minutos conseguimos colocarla en su sitio. Todo en orden de nuevo.
La carretera militar es espectacular. También recorre el curso de un río que nace en el Cáucaso y, siempre ascendiendo, llegamos a una estación de esquí situada a 2.000m de altura tras haber pasado por paisajes espectaculares, lagos incluidos. Acampada libre con lluvia toda la noche. El pobre Luisito sufrió ligera inundación en la tienda de campaña. Se le mojó un poco el colchón y el saco de dormir.
Subiendo a 2000 metros

Embalse entre montañas
Después del desayuno, carretera hacia el Sur, hacia Armenia. Pensábamos llegar en un día pero al final fueron dos. Son sólo 350Km, pero con nuestro ritmo tropical, parando en los monumentos, en los supermercados, paraditas para almorzar, gasolina, la frontera, etc, tuvimos que hacer noche en un pueblo armenio llamado Alaverdi, a 150 km del destino. Este sitio es muy curioso porque tiene una mina o una industria de ese tipo, que parece abandonada desde los tiempos del socialismo. Las casas son cutres a más no poder, la gente con pinta de pobre, los coches, chatarra pura. Resulta que la fábrica está en funcionamiento, y la gente no debe ser tan pobre porque visto el nivel de vida de la capital, se deduce que la renta de la gente debe ser aceptable. Hicimos noche en un hotel local cuyo edificio estaba cochambroso, sin mantenimiento, parecía de la época anterior; eso sí las sábanas impecables. La encargada se presentó con un “buenas tardes soy fulanita, la manager del hotel ¿En qué puedo servirles?” El tono pretencioso quedó a la altura del betún cuando la vimos lavando los baños. Parecía una sargenta rusa de la KGB sacada de la más oscura novela de espionaje de la guerra fría.
Fábrica o mina

Después de la colada...

¿Y éste qué vende?¿Sandías?

Funicular de Alaverdi
Colmenar
La llegada a la capital fue complicada. Nos paró la policía para pedirnos el seguro. Creíamos tenerlo pero no era así. Lo que nos vendieron en la frontera no era el seguro sino un permiso de circulación o algo así (estaba escrito en caracteres armenios). Tras amenazarnos con un multazo –al final no hubo multa- nos señalaron un quiosco donde podríamos comprar el dichoso seguro. Allí se nos acercó un señor y nos dijo: “Seguidme” e iniciamos una travesía de la ciudad que acabó en una oficina de una aseguradora. El por qué a 10 metros del lugar donde nos paró la policía había un agente de seguros continúa siendo un misterio. ¿Acaso hay un vendedor de seguros en cada esquina de la ciudad? En la oficina nos atendió una joven que hablaba español. Lo había estudiado en la universidad de Erevan. La búsqueda de hotel –no hay camping- fue horrorosa. Nos dieron una dirección errónea de un hostal y nos tiramos más de una hora dando vueltas en una ciudad plagada de patrullas de policía muy muy activas. Conducir por Ereván es realmente estresante. Al final dimos con el hostal que es un albergue juvenil en el que abundan las personas maduras. Dormimos en habitación a compartir, con literas, pero por suerte el cuarto fue para nosotros solos.
Nos ha llamado la atención es nivel de esta ciudad. Edificios bien mantenidos, calles bien asfaltadas y señalizadas, buenos coches…gran contraste con lo que vimos en Alaverdi. Hoy seguiremos explorando.
En Ereván

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